May 14, 2020

Emperor Quianglong

Emperor Quianglong

Source: Wikimedia Commons

The totalitarian nightmare of a prophylactic society is blurred by the stampede of spring. After 52 days of harsh house arrest, last Monday bars and restaurants opened in half of Spain (the other half still awaits the permission of the very disturbing Dr. Sánchez).

Drinking alone at home is a pleasure, but toasting in good company is a greater pleasure.

Terraces are full of healthy smokers and an inexhaustible fountain of alcohol flows. A camel can go two months without drinking, but who wants to be a camel? We have the thirst of the sailor who arrives at port after a storm, of the ocean racer crossing the Atlantic in a teetotaler boat, of the castaway clutching a drifting log that has miraculously reached the bar of an atoll and exchanges salty waters for a mai tai.

Catastrophic messages alerting to the possibility of a new viral wave continue. “If you don’t behave well, we will lock you up again,” threaten the politicians, as if we were on the playground of a school. It seems that they have taken a liking to dictating how others should live, which is worrying but not surprising.

Of course, certain precautions are taken. People don’t kiss as much anymore, at least not until the third drink. We keep a greater social distance and handwashing has become widespread. The coquettes prefer a silk scarf over the egalitarian mask. Tables are farther apart. There are those who boast of their analysis as if it were a pedigree…

In the midst of such a brotherly atmosphere, even some Chinese dare to go out into the hot street and open their stores, which have been “closed for vacation.” It does not seem that they are afraid of the racism that so many media denounce. Why would they? Italians and Spaniards have also been pointed at in this planetary viral crisis.

“People don’t kiss as much anymore, at least not until the third drink.”

Certainly the Chinese government does not seem to accept any responsibility. The sleeping giant has long awakened, but with a thin skin when it comes to criticism from abroad. Australia has seen its meat and wine banned in China right after demanding an investigation into the origin of the virus. It is true that the Chinese with money prefer Burgundy, but their government, regarding the virus, follows the same harsh anti-criticism policy of Tibet, of whose invasion few countries dare to speak for fear of commercial retaliation.

Chinese power is arrogant again, because it can be. I remember the letter from the Manchu Emperor Quianglong in 1795 to King George III of England. China, the Middle Kingdom, felt far superior to the barbarians who lived outside its Great Wall:

Swaying the wide world, I have but one aim in view, namely, to maintain a perfect governance and to fulfill the duties of the State. Strange and costly objects do not interest me…. I have no use for your country’s manufactures…. It behooves you, O King, to respect my sentiments and to display even greater devotion and loyalty in future, so that, by perpetual submission to our Throne, you may secure peace and prosperity for your country hereafter…. Our Celestial Empire possesses all things in prolific abundance and lacks no product within its own borders. There was therefore no need to import the manufactures of outside barbarians in exchange for our own produce…. I do not forget the lonely remoteness of your island, cut off from the world by intervening wastes of sea, nor do I overlook your excusable ignorance of the usages of our Celestial Empire…. Tremblingly obey and show no negligence.

Such feelings of superiority and isolation from the rest of the world began in 1435. China was self-sufficient within its Great Wall and banned foreign trade and travel abroad. Paradoxically, the xenophobic wave began just after the impressive voyages of exploration of the fleet commanded by Admiral Zheng. He, who anticipated the discoveries of Columbus, Vasco de Gama, Magellan, and Cook. (This is defended by the mariner and historian Gavin Menzies in his book 1421: The Year China Discovered the World.)

What is clear is that today China is interested in the planetary pie. And again she is arrogant toward anyone who questions how she cuts it.

(The article in its original Spanish immediately follows.)

Tribulaciones Chinas

La pesadilla totalitaria de una sociedad profiláctica se difumina con la estampida primaveral. Tras 52 días de duro arresto domiciliario, el pasado lunes abrieron bares y restaurantes en media España (la otra media todavía espera el permiso del inquietante Dr. Sánchez).

Beber solo en casa es un placer, pero brindar en buena compañía es un placer más grande.

Las terrazas están llenas de sanos fumadores y corre una inagotable fuente alcohólica. Un camello puede estar dos meses sin beber, pero ¿quién quiere ser un camello? Tenemos la sed del marinero que arriba a puerto tras una dura tormenta, del regatista que ha cruzado el Atlántico en un barco abstemio, del náufrago agarrado a un tronco a la deriva que ha llegado milagrosamente al bar de un atolón y cambia el agua salada por un mai tai.

Los mensajes catastrofistas que alertan de la posibilidad de una nueva oleada continúan. “Si no os portáis bien, volvemos a encerraros,” amenazan los políticos, como si estuviéramos en el patio de recreo de un colegio. Da la sensación que han cogido gusto a esto de dictar la vida de los otros, lo cual es preocupante aunque no sorprenda.

Por supuesto que se toman ciertas precauciones. La gente ya no se besa tanto, por lo menos hasta la tercera copa. Hay una mayor distancia y se ha generalizado el lavado de manos. Las coquetas prefieren un fular de seda antes que la mascarilla igualitaria. Las mesas están más separadas. Hay quien presume de pedigrí al enseñar los resultados negativos de sus análisis…

En medio de un ambiente tan fraternal hasta algunos chinos se atreven a salir a la calle caliente y abren sus tiendas, que habían cerrado “por vacaciones.” No parece que tengan miedo al racismo que denuncian tantos medios de comunicación. ¿Por qué iban a tenerlo? A los italianos y españoles también nos han señalado con el dedo en esta crisis vírica planetaria.

Desde luego el gobierno chino no parece aceptar ninguna responsabilidad. El gigante dormido hace tiempo que despertó, pero tiene la piel muy fina ante las críticas. Australia ha visto cómo su carne y vino se prohíben en China justo después de exigir una investigación del origen del virus. Es cierto que los chinos con dinero prefieren el Borgoña, pero su gobierno, en relación al virus sigue la misma dura política anti-crítica del Tibet, de cuya invasión pocos países se atreven a hablar por miedo a represalias comerciales.

El poder chino vuelve a ser arrogante porque puede serlo. Recuerdo la carta del emperador manchú Quianglong en 1795 al rey George III de Inglaterra. Entonces China, el Reino del Medio, se sentía muy superior a los bárbaros que vivían fuera de su Gran Muralla:

Conociendo el vasto mundo, yo tengo un objetivo específico: mantener un gobierno perfecto y cumplir con los deberes del Estado. Los objetos extraños y costosos no me interesan…. No tengo ningún uso para las manufacturas de vuestro país…. Os corresponde, Rey, respetar mis sentimientos y mostrar una mayor devoción y lealtad en el futuro, de modo que, mediante la sumisión perpetua a nuestro Trono, podrá asegurar la paz y la prosperidad para vuestro país de aquí en adelante…. Nuestro Imperio Celeste posee todas las cosas en abundancia prolífica y no carecemos de ningún producto dentro de nuestras propias fronteras. No hay, por tanto, necesidad de importar las manufacturas de los bárbaros extranjeros a cambio de nuestros propios productos…. No olvido la remota soledad de vuestra isla, separada del mundo por inmensos mares, ni descuido vuestra excusable ignorancia de los usos de nuestro Imperio Celeste…. Obedeced con temblor y no mostréis negligencia.

Tal sentimiento de superioridad y de cerrarse al resto del mundo empezó en 1435. China se bastaba a sí misma dentro de su muralla y prohibió el comercio exterior y los viajes al extranjero. Paradójicamente la ola xenófoba empezó justo después de los impresionantes viajes de exploración de la flota mandada por el almirante Zheng He, que se adelantó a los descubrimientos de Colón, Vasco de Gama, Magallanes y Cook. (Eso defiende el marino e historiador Gavin Menzies en su libro 1421: El año en que China descubrió el mundo.)

Lo que está claro es que hoy China sí está interesada en la tarta planetaria. Y vuelve a mostrarse arrogante con quien cuestiona cómo la corta.

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