April 30, 2020

Flower of nicotine tobacco

Flower of nicotine tobacco

Source: Bigstock

In the midst of so much social hysteria and propaganda of fear, it is a pleasure to find some serenity and common sense in the statements of some doctors about the benefits of tobacco. According to recent studies, smokers may be more resistant to the new plague. This is a wonderful discovery for tobacco lovers, who have suffered decades of jihadist prosecution for their virtuous vices.

Many doctors recoil in shock when checking the statistics of those infected, whether the patients are smokers or not. We are already with the mathematical strip-tease: “Statistics are like bikinis: What they reveal is suggestive but what they conceal is vital.”

In the New World, a paradise without a mania for overdressing, the pantheistic Indians already knew about the healing powers of tobacco and considered their holy smoke a communion of man with the divine. The art of smoking soon spread throughout Spain, thanks to Rodrigo de Jerez and Luis de Torres, who had accompanied Christopher Columbus. In England the smoking ambassador was Sir Walter Raleigh, gallant pirate and man of letters who lost his head with that first anti-tobacco Taliban that was James I. In France Catherine de’ Medici (always curious about poisons and elixirs) was tobacco’s great supporter, thanks to the wise advice of doctor Jean Nicot, who considered the new plant a panacea and patented alkaloid nicotine with his name.

Since its American export to the rest of the planet, most artists, priests, and doctors have been great fans of tobacco. Only in the Anglo-Saxon world did it go from love to hate. During Victoria’s long reign, tobacco was so frowned upon that the French ambassador had to lie down on the floor and stick his head into the fireplace in order to take a drag. Then came her son Edward, who fortunately was a bon vivant, a lover of peace and the joys of life. His first order was a generous “Gentlemen, you may smoke.”

“Perhaps the American president should surround himself with more smokers and fewer housewives.”

Recent studies by La Pitié-Salpêtrière French hospital refer to the fact that cells impregnated with nicotine can fight more effectively against the coronavirus. If only Donald Trump would have recommended a good smoke or a powerful whiskey instead of disinfectant to his compatriots, he would have proved to be up to date with science and would have gained popularity as well as a bonus for the next elections. Perhaps the American president should surround himself with more smokers and fewer housewives.

Of course, the international medical community has screamed bloody murder for studies favorable to tobacco. It is a revolution! (But it may be a gentle one for once.) Anti-smoking campaigns have invested billions on hysterical slogans. Progressive governments (which often have little to do with progress) have violated the private ownership of bars and restaurants, placed the most aberrant advertising in tobacco packages, and demonized smokers as creatures without rights for their bad habits.

But it was not always like this. For centuries, tobacco has been praised not only by doctors but by the best poets, painters, and musicians throughout the world. (In a recent interview on ABC, David Hockney confessed that he has had four doctors younger than he is, and all of them warned him about the evils of smoking. Now they are all dead while Hockney continues to smoke and paint wonderfully at 82.)

The actual war began with greed and too many tobacco companies adding artificial ingredients to their cigarettes, making them much more addictive than nicotine. Such additives are very harmful, but have nothing to do with the sacred plant.

Today merciful doctors and scientists who honor the truth rather than dogma have dared to highlight data that shows a positive quality to tobacco, and they are starting to test nicotine patches as a possible preventive. They even consider the tobacco plant as fundamental to the discovery of a vaccine.

Perhaps this will change the fashion of demonizing tobacco. Make your vices work for you.

(The article in its original Spanish immediately follows.)

Doctor Nicotina

En medio de tanta histeria y propaganda del miedo es un placer encontrar algo de serenidad y sentido común en las declaraciones de unos médicos galos sobre las bondades del tabaco. Sus investigaciones indican que los fumadores podrían ser más resistentes a la nueva peste. Eso es algo maravilloso para los amantes del tabaco, que llevan decenios de persecución yihadista por sus virtuosos vicios.

Muchos doctores se llevan las manos a la cabeza al comprobar la variante estadística de enfermos, según sean fumadores o no. Ya estamos con el strip-tease matemático: “Las estadísticas son como un bikini: muestran algo importante pero esconden lo más interesante.”

En el Nuevo Mundo, paraíso que no pecaba de ir demasiado vestido, los indios panteístas ya sabían de los poderes curativos del tabaco y consideraban su fuma como una comunión del ser humano con los divinos elementos. El arte de fumar se extendió muy pronto por España, gracias a Rodrigo de Jerez y Luis de Torres, quienes habían acompañado a Cristóbal Colón. En Inglaterra su gran embajador fue sir Walter Raleigh, pirata galante y hombre de letras que perdió su cabeza con ese primer talibán anti-tabaco que fue Jacobo I. En Francia fue Catalina de Médici (experta en venenos y elixires) su gran valedora, gracias a los consejos del médico Jean Nicot, quien consideraba al tabaco como una panacea. Por cierto que el Dr. Nicot patentó con su nombre el alcaloide nicotina.

Desde su exportación americana la mayoría de artistas, sacerdotes y médicos del resto del mundo fueron siempre grandes aficionados al tabaco. Solo en el mundo anglosajón se pasaba del amor al odio fácilmente. Durante el largo reinado de Victoria, el tabaco estaba tan mal visto que el embajador francés tenía que tumbarse en el suelo y meter la cabeza dentro de la chimenea para poder echar una calada. Luego vino su hijo Eduardo, que afortunadamente era un bon-vivant amante de la paz y los placeres de la vida. Su primera orden fue un amable permiso: “Caballeros, ya pueden ustedes fumar.”

Los recientes estudios del hospital La Pitié-Salpêtrière hacen referencia a que las células impregnadas con la nicotina pueden luchar con más efectividad contra el coronavirus. Ah, ¡si Donald Trump hubiera recomendado a sus compatriotas una buena fumada o un potente whisky en lugar de desinfectante! Hubiera demostrado estar al día de la ciencia y habría ganado un plus de popularidad irresistible para las próximas elecciones. Tal vez el presidente americano debiera rodearse de más fumadores y menos amas de casa.

Por supuesto que la comunidad médica internacional ha puesto el grito en el cielo por tales estudios favorables al tabaco. ¡Es una revolución! (pero una amable, para variar). La campaña anti-smoking lleva invertidos miles de millones con histéricos eslóganes. Los gobiernos progresistas (a menudo poco tienen que ver con el progreso) han vulnerado la propiedad privada de bares y restaurantes, colocan la más aberrante publicidad sobre su consumo en los paquetes de tabaco y demonizan a los fumadores como criaturas sin derechos de salud por sus malos hábitos.

Pero no siempre fue así. Durante siglos el tabaco ha sido cantado no solo por médicos sino por los mejores poetas, pintores y músicos a lo ancho del mundo. (En una entrevista a ABC el pintor David Hockney cuenta que ha tenido cuatro médicos, todos más jóvenes que él, recomendándole dejar de fumar. Hockney los ha sobrevivido a todos y sigue fumando y pintando a sus 84 años.)

La guerra se inició al descubrir la codicia de demasiadas compañías tabaqueras que añadían a sus cigarrillos ingredientes artificiales mucho más adictivos que la nicotina. Tales añadidos son muy dañinos, pero nada tienen que ver con la sagrada plata solanácea.

Y ahora unos médicos misericordiosos, científicos que hacen honor a la verdad antes que al dogma, se atreven a dar unos datos que resaltan una cualidad positiva del tabaco. ¡Ya empiezan a probar parches de nicotina como posible preventivo! ¡Ya consideran a la planta del tabaco como fundamental en el descubrimiento de una vacuna!

Tal vez así cambie la moda que demoniza al tabaco. Make your vices work for you.

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